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miércoles, 13 de abril de 2011

Cariño, me apetecen fresas con nata (Domingo 02:37h)

Siempre me he preguntado como hemos llegado a lo que somos como especie sin saber de nutrición. Sin distinguir una proteína de un hidrato de carbono, sin saber cuantas calorías tiene la grasa o el alcohol. Comiendo lo que nos apetecía, cuando había algo, sin llegar a ser lo suficientemente gordo para que un lobo nos merendara o sin llegar a tener carencias que nos permitieran sobrevivir como el resto de la tribu [modo ironic off]

La idea de la que quiero hablar hoy es que los animales tienden a controlar su dieta, tanto en cantidad como en calidad de tal manera que obtienen una dieta equilibrada en cantidad de calorías y en nutrientes. Sin embargo poco se sabe de cómo controlan esto.

En la sociedad de la opulencia tenemos una tendencia a comer de más, a perder ese control que cualquier animal en libertad tiene. Y que cualquier humano ha debido tener para llegar al s.XXI y no extinguirse como especie.

Y no solo los humanos lo pierden. Existen gran cantidad de casos de gatos, perros y hasta otros animales en zoos que se vuelven gordos, obesos, enormes y que hay que ponerlos a dieta o sufrir las consecuencias.

En este post no quiero hablar de por qué se pierde ese control sino de en qué consiste ese control, aunque se sabe poco, ya digo.

Según parecen indicar las investigaciones, los animales aprender a asociar los sabores de los que comen con su densidad calórica. En inglés es conocido como “flavour nutrient learning” y en español se ha traducido como apetitos específicos aunque en español se extiende no solo al contenido calórico sino al contenido en nutrientes en general (proteínas, HC, grasas, vitaminas y minerales)

Muchas veces he odio la historia esa de que los niños en la postguerra española chupaban las paredes encaladas de las casas porque tenían una falta de calcio y he sufrido los antojos de embarazada de mi mujer: por suerte era kebab, fácil de conseguir casi a cualquier hora.

Son dos ejemplos de los apetitos específicos: una carencia de algún nutriente te hace buscar el alimento (o la fuente) de ese nutriente. En el caso de mi mujer por ejemplo, he de decir que, en condiciones normales, no come carne roja, solo ha probado el kebab y porque está tan especiado que no “le sabe a carne”.

Según mi entender el apetito específico no es innato, sino aprendido. Y sospecho que es aprendido durante la infancia, ese periodo en que los bebes se meten en la boca todo que llegue a su alcance. En mi opinión están creando una base de datos de donde encontrar los nutrientes necesarios para vivir.

De alguna manera asocian la composición de lo que se meten en la boca y su sabor de tal manera que si en algún momento de su vida necesitan algún nutriente les apetecerá ese alimento que saben que lo contiene.

Esto es una hipótesis que planteo y que debe ser demostrada, ya que no he encontrado información al respecto.

El mecanismo, hipotético, se basa en un determinado efecto que eso que se meten en la boca hace en los niños. De tal manera que las vitaminas, minerales y calorías les deben afectar rápidamente para poder asociarlo al alimento

Si esta hipótesis es cierta, la existencia de alimentos saborizados (chucherias varias) está interfiriendo en el proceso de aprendizaje, en la creación de esa base de datos de nutrientes-sabor, ya que una fresa y un caramelo de fresa saben igual pero no contienen los mismos nutrientes.

Se establecen asociaciones no unívocas, más bien equívocas, que no son útiles.

Por ejemplo las fresas contienen mucha vit. C y relativamente pocas calorías, pero los caramelos de fresa no contienen vitaminas y si son densos calóricamente (azúcar caramelizado).

Si un niño ha aprendido a asociar fresa con vit.C cuando necesite esa vitamina puede buscar un caramelo en lugar de la fruta. Como no conseguirá esa vitamina que busca, la asociación se irá diluyendo y se perderá.

Al contrario tomará caramelos como si fueran fresas, 10-12-20 unidades suponiendo que apensa contienen calorías.

Este proceso así descrito puede parecer consciente pero es muy inconsciente.

Se produciría inconscientemente siempre que exista una carencia de un nutriente que producirá un apetito específico o cuando un alimento esté disponible, en la decisión de consumirlo o no.

Esta idea se puede extender también a ciertas propiedades medicinales de ciertos alimentos. Aunque esta idea parece más compleja de enlazar con un aprendizaje, ya que no es normal tener una variedad de enfermedades para asociar una enfermedad con la mejora de esos síntomas, pero si se puede pensar como remedios para determinados síntomas comunes como tos, dolor, fiebre, nauseas o similares.

Hay casos documentados de monos que toman arcilla después de comer una determinada fruta que es venenosa (porque no tienen otra cosa) para contrarestar ese veneno. Mariposas que chupan las sales minerales del suelo. Perros que comen hierba para purgarse, etc.

En fin, me gustaría investigar sobre este tema!

Un saludo

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